Guerreros
Estudió Bellas Artes en la Universidad Nacional. Se inició en La República y continuó en El Tiempo. “Mi maestro fue el pintor Ovidio Rincón Peláez. De él aprendí que el caricaturista tiene que ser malo, cáustico y buen lector. Malo quiere decir, respecto a algún personaje por ejemplo, conocer muy bien su vida pública —respetando la privada— pero aprovechando los elementos de su historia pasada para reutilizarlos en el momento justo. No solo debe causar sonrisas, sino ser dañino y provocar alguna reacción” afirma Guerreros. La filosofía de sus caricaturas es sencilla, como bien lo explicó: no solo está presente lo estético y el humor, la caricatura debe ser hiriente, que haga reflexionar al espectador y vulnere susceptibilidades. De esa forma, sus dibujos nunca han estados exentos de polémica y controversia, haciendo que el público reaccione ante sus caricaturas tildándolas de irrespetuosas y nada constructivas.